UN AMIGO QUE LO QUIERE MAL
Con este título le dedicamos esta nota a William Dufty, una de las personalidades más destacadas del movimiento macrobiótico de los Estados Unidos. Autor del libro “Sois todos Sanpaku” - el cual el propio Georges Ohsawa ponderó por su importancia - y que le valió a la vez reconocimiento y fama.
Este periodista del New York Post , acreedor de muchos premios de periodismo, veterano de la Segunda Guerra Mundial con condecoraciones militares en Francia y Norteamérica, es también autor del valioso e inapreciable libro que tituló “Sugar Blues”–del cual hemos extraído el título “Un amigo que lo quiere mal”-. William Dufty se refería al azúcar, la cual miles y miles de millones de personas en el mundo la consumen y son dependientes. Esto es lo que el propio W. Dufty llamó “el flagelo que amenaza reducir a la esclavitud al planeta entero”.
En otras notas y lugares nos hemos referido al poder económico que se sustenta en la adicción que provocan distintas sustancias alimenticias y bebidas. Nos parece importante reflexionar sobre que una de las más poderosas industrias de la economía mundial es, precisamente, la de la alimentación y las bebidas.
Los humanos nos alimentamos –como los animales- por las fuerzas del hambre. Y bebemos por la sed. Estos mecanismos son del Orden de la Naturaleza.
Además, los comestibles o las bebidas son ocasión de no sólo el disfrute sino de la gula –no hambre sino “ganas de comer”- / ver “Vida Grande I”- y, en consecuencia, se constituyen en adicciones. No se trata solamente del alcoholismo sino también de su antecesor necesario, cuya materia prima básica es el azúcar y todo aquello que contenga este dulce que se transmuta en amargo veneno, que desequilibra, erosiona y debilita. Crea dolor, enfermedades y muerte.
Del azúcar al alcohol y a la droga estamos frente al “amigo que nos quiere mal”. Esto decía William Dufty por la década del 60. Para nosotros los argentinos, 50 años después, éste es también el principal componente de la inseguridad pública.
Para nosotros, William Dufty es “un amigo que nos quiere bien”. Él nos advierte y denuncia con “Sugar Blues” las enfermedades físicas y mentales causadas por el consumo de azúcar. Este era el título -“Sugar Blues”- de una canción popular publicada en 1923 cuyas palabras expresaban el malestar de una persona adicta al azúcar –consecuentemente a su derivado el alcohol, la droga, etc.- . Creemos no sólo importante sino necesario recordar la letra de esta canción:
“Soy tan desgraciado, me siento tan mal
Quisiera tumbarme y morir
Puedes decirme lo que quieras
Pero estoy totalmente confundido.
Tengo la dulce, dulce melancolía.
¡Más azúcar!
Tengo el dulce, dulce Sugar Blues.”
Coincidentemente esta “canción de onda” aparece el mismo año en que millones de diabéticos en los Estados Unidos empezaron a inyectarse la última droga descubierta para entonces: la insulina.
Por esto, 50 años más tarde, este título “Sugar Blues”, mereció convertirse en el nombre genérico de este flagelo para la humanidad. Este libro de William Dufty tuvo un éxito extraordinario en los Estados Unidos y constituyó –junto con “Sois todos Sanpaku·”- un reconocido e inapreciable aporte a la sustentación y difusión de la Macrobiótica en Occidente.
William Dufty es un amigo. Y todo amigo lo es también de la justicia. Como periodista destacado en los Estados Unidos, no se conformó solamente con conocerlo y entrevistarlo a Georges Ohsawa sino que adoptó la Macrobiótica, cambió su vida y la macrobiótica fue su fundamento, a partir de lo cual este testimonio es inobjetable y demuestra una vez más que, cuando se transmite lo vital y sustancial de la vida...es una verdad indiscutida: el que recibe, da. En este sentido “recibir” no es una mera transición o intercambio. O cambio teórico-ideológico de pensamiento o conceptual. Sino que “recibir” es haber abierto la posibilidad de experimentar aquello que es inherente al núcleo fundamental de la Macrobiótica, que es la transmutación. Y que la transformación, en la vida, de la personalidad es absolutamente posible y está al alcance de todos. Al respecto decía nuestro recordado amigo Stéphane Carmona:
“En los países industrializados, los abusos de azúcar se multiplicaron desde hace algunas decenas de años en razón del consumo, cada vez mayor, de jugos de frutas azucarados, bebidas cola y gaseosas, café, galletitas, caramelos, mermeladas, chocolates, helados, postres, tortas... Se agrega aquí el azúcar “oculta” en los platos precocidos, sopas en sobre, salsas, galletas y ciertos panes.
Aún la población más desprovista, la de las villas -influenciada por publicidades y políticas comerciales hábiles como así también por el comportamiento de la gente “culta y de plata quienes (piensan los de la villa) saben qué es bueno para la salud....”- derrochan sus magros recursos en compras del mismo tipo.
Solo una educación de la salud orientada hacia la prevención de las enfermedades y ampliamente difundida puede remediar estas situaciones. La Macrobiótica juega un rol inmenso en este sentido.”
Esto dicho por Stéphane Carmona es muy sustancioso y de una total actualidad para nosotros los argentinos. Inevitablemente no podemos dejar pasar la oportunidad de “vernos a nosotros mismos” como pueblo, sociedad, familia y personas.
Hubo un tiempo en que se hablaba de “cultura alcohólica”, que era de aquellos sectores económicos culturales altos que se diferenciaban del resto y se “embriagaban” sin demostrar sus borracheras. Porque de esto se trata. Más tarde “los borrachos” fueron los más pobres, los menos “distinguidos” y a esta cuestión del alcohol se le dio un trato diverso y no es del todo errada la palabra “cultura” referida a los alcohólicos.
Recientemente, el vino fue declarado en nuestro país “bebida nacional”.
Es necesario saber que alcohólico es todo aquel que, en distinto grado, bebe alcohol todos los días. Se es adicto a partir de cierto grado de uso y dependencia.
Muchos de estos usos, costumbres y hábitos se difundieron y popularizaron desde las llamadas “clases cultas, adineradas, con suficiente poder adquisitivo”. Un ejemplo de ello es la droga y sus diversas variedades.
De ninguna manera es admisible suponer que la droga en su origen e inicial proliferación salió y la elaboró el pueblo. Sobre esto hay también toda una ideología que viene desde el pasado porque parece ser que incluso para encontrar el futuro..., se lo busca en el pasado. Y actualmente se sigue parcializando la cuestión de la droga en la Argentina, insistiendo permanentemente en que su reducto y tráfico está preferentemente en las villas.
Por el año 2005 aproximadamente se difundió una estadística: que en nuestro país Argentina la aspiración de los sectores más empobrecidos económicamente era llegar a ser clase media. Permanentemente se insiste y se esgrime a la educación como la solución definitiva de tantos “males sociales”. Precisamente en la historia de la humanidad los males mayores de repercusión y difusión social se han originado en las llamadas clases altas, básicamente educadas, adineradas –aunque no siempre cultas, dado que la cultura está un poco determinada por la libertad de las personas mientras que la educación no sólo es obligatoria sino que se nos educa básicamente para ser funcional y útil al sistema dependiente de las estructuras prevalecientes. Se sobreentiende que ni es un determinismo histórico ni un fatalismo del destino desconocido que exista para los diversos sectores sociales más de una definición. Y la cuestión es bastante más complicada que la fraseología que se utiliza, entresacada de la sociología. Casualmente ésta y su incipiente desarrollo en las ciencias humanas es similar al de la especialidad en Nutrición dentro de las ciencias médicas.
La gran oportunidad que tenemos en la Argentina es distinta a muchos otros países incluso de Europa, porque dicho grosso modo venimos siendo receptores -venimos “recibiendo” tendencias que no han sido cultivadas, originadas ni producidas en nuestro país-.Si profundizamos estas reflexiones seguramente que el análisis y sus consecuencias nos llevarán a caer en los determinismos obligados de la confrontación ideológica, política o económica.
Como venimos diciendo en “La Vida Grande”, los opuestos son complementarios –pueden llegar a serlo-. Pero el rechazo de los similares es otra cuestión distinta -porque son excluyentes y exigen la posesión del poder-.
Cuando se exalta el resentimiento o el odio de los pobres -porque quieren poseer lo que no tienen y aparecer “siendo como” los llamados ricos o los sectores altos y adinerados-. Esto es “lo similar”: el rechazo mutuo entre los llamados pudientes y los menesterosos y pobres. Como sabemos, los sectores más reaccionarios suelen ser los que tienen mayor cantidad de privilegios que ocultar, acumular, poseer y, entonces, defender.
La cantidad de diferencias, contrastes son innumerables y –antes o después, en mayor o menor grado- todas estas se conjugan en la actualidad con los intereses, básicamente con el dinero.
El interés por el dinero y su posesión es por igual desde las necesidades de los pobres a la acumulación y capitalización de los más pudientes y ricos. El dinero es el patrón que los vincula y los hace dependientes de la misma indigencia. Se sobrentiende la indigencia de los que carecen de los recursos económicos mínimos. Nosotros entendemos por “indigente” algo distinto a “pobre”. Su parecido no debe seguir siendo motivo de confusión. El indigente es alguien que está privado de un determinado bien. Así se habla de los distintos bienes en economía –sea ésta liberal o socialista- y también se habla de los bienes espirituales. En este sentido decimos que el rico y el pobre son dependientes de la misma indigencia cuando ambos carecen de uno de estos bienes, materiales o espirituales.
Aquí significamos “indigente” como “el que no dispone” ( in/ no - digente / de “digerere”. Y destacamos que de la misma raíz procede digestión y gestación.
El autor del Eclesiastés conocía estos vínculos y cuando dice que no hay nada nuevo bajo el sol acierta, siempre y cuando la historia se siga repitiendo y la vivamos en tiempo pasado. Este autor termina considerando las grandes y cuantiosas obras y riquezas obtenidas, concluyendo que todo es vanidad porque a todos –ricos y pobres- los determina la condición de murientes y los espera la misma tumba.
En otro lugar de nuestro escrito nos hemos referido al Árbol del bien y del mal y hemos mencionado del Génesis bíblico al Árbol de la Vida -que se diferencia del Árbol de la muerte, que es el de los frutos del bien y del mal-.
La crisis que venimos padeciendo los argentinos desde hace décadas, viene creciendo como una deformación de la realidad, de la que todos formamos parte. Con sólo considerar los cuantiosos y hasta desconocidos recursos naturales de nuestra geografía es como mínimo inaceptable e incuestionable y no guarda proporción, correlación ni sentido alguno.Podemos decir, desde estos festejos del bicentenario de nuestra patria, que estamos sufriendo las deformaciones de la adolescencia, que se siguen profundizando por la transmisión, influencia y el poder que todavía imprime en la realidad la vieja cultura determinada por las viejas historias... que seguimos aceptando pasivamente. Ver: “Síntesis Social”.-
Los países centrales que ostentan el poder han logrado globalizar y sistematizar sus intereses económicos entre una cultura sin Dios, economicista –más que materialista- y predominantemente excluyente que se sigue difundiendo -contaminando y a la vez descalificando todo aquello que desenmascare y evidencie los errores y la corrupción prevaleciente, que se expresa a través de la reconocida sociedad de consumo-.
Mientras las tendencias del humanismo imperante empiezan a mostrar la divergencia y la imposibilidad de generar corrientes que promuevan las coincidencias y sustenten crecientes situaciones y estados de unificación..., se profundizan las divergencias y confrontaciones que producen enfrentamientos, divisionabilidad y, en consecuencia, mayor inseguridad.
Dicho en el sentido en el que hemos titulado esta nota, se trata una vez más de aquello que nos une o de aquello que nos separa, de ser amigos o de la enemistad, de ser factor de unificación o agentes de la discordia e instrumento de la destructividad.
“Ser amigo” es la posibilidad de generar los valores de la vida. Los amigos son los únicos que pueden constituir la unidad y, crecientemente, desarrollar y expandir la unificación. Básicamente el amigo es alguien que trascendió su propia enemistad y oposición y habita el lugar de lo propio que es el nuestro, el de todos por igual.
La educación, la cultura son preámbulos, son envoltorios. Pero no bien se profundiza un poco nomás, salta y aparece este rey poderoso que puede comprar todo lo que quiere para darse los gustos y constituir abundantemente lo que nosotros venimos llamando “la mesa de la gula del rey”.
Así como por el hambre y la sed comemos y bebemos, por el vacío nos viene la gula. Y la acumulación y la insaciabilidad con los vicios y las adicciones conforman “la mesa invisible”. Y es indecible porque es inconfesable.
Los seres humanos -a diferencia de los mecanismos que determina a los animales-, cuanto menos sentimos ser y cuanto más queremos ser ...es porque más grande es el vacío.
Este vacío preexistente se suele llenar con dolores, impotencias, frustraciones, siempre con enfermedades y, necesariamente, con adicciones. Y una vez más el viejo libro Eclesiastés nos muestra que nada nuevo hay bajo el sol.
“La mesa de la gula del rey” es también “la mesa del dinero”. Éste, desde la antigüedad, viene siendo designado con el nombre de Mammón –que significa avaricia, riqueza e injusticia-.
Santo Tomás de Aquino identifica a mammón con un lobo que inflama el corazón humano con su avaricia. “Homo homini lupus”, o sea, “el hombre lobo del hombre” es la incapacidad y el déficit del humanismo de proyectar al hombre y a la mujer a su dignidad de ser humano. Ver: “Síntesis Social”.-
El antropocentrismo humanista, luego de negar a Dios lo sustituye e instituye al hombre como medida del hombre.
La indigencia económica es similar a la indigencia del rico que no dispone de la apertura a la vida espiritual.
Entendemos que “los pobres de espíritu” son aquellos que se alimentan primordialmente de las energías del espíritu. Éste es el centro de sus vidas –su visión, sentido y finalidad-.
El Señor Jesucristo adviene como Pan de Vida, como alimento. En este sentido, en otro lugar de este escrito nos hemos referido al origen y significado de “la sal” como elemento químico de cuya precipitación física se deduce salud y salvación. Por esto mismo también nos hemos referido a la Última Cena del Señor Jesucristo, en la cual se instituye la Universalidad del Orden de la Creación Infinita que nos redime por la transmutación. Todo hombre y toda mujer tienen esta posibilidad.
Por lo tanto, el fin de los tiempos ha llegado. Es el fin del tiempo del pasado. Empieza a levantarse otra visión de la realidad, que alumbra un nuevo sentido cuya dinámica hace posible un nuevo modo de ser en el mundo.
Así nos dice la historia, “el hombre como medida de todas las cosas” carece del Espíritu Vivificante necesario para promover nuevos estados y posibilidades de ser humanos.
Insistimos: la salida de la crisis no es económica ni política o ideológica, ni religiosa o científica sino que empieza a ser en cada hombre y mujer –anciano, joven y niño-. Nos involucra a todos y está en cada uno este bien común que es por igual de todos.