Nosotros tomamos como significado de MACROBIÓTICA la VIDA GRANDE y no tanto “longevidad” porque ésta es incluida en aquella.
Muchas veces nos han dicho que personas que comen todo tipo de alimento viven 90 o algunos años más, argumentando y cuestionando con preguntas.. Por qué? Son evidentemente longevos, es decir, “sobre-viven” muchos años. La Vida Grande es, además, vivir la plenitud o vivir en plenitud la vida.
Nada más tentador que hacer generalizaciones sobre la macrobiótica - desde un conocimiento parcial de la teoría sin una mínima experiencia-, asociaciones que casi siempre son especulaciones erróneas.
Muchas veces se confunde apatía, depresión, síntomas diabéticos con “tranquilidad” y a ésta a veces erróneamente se la confunde con “paz”.Una persona puede haber obtenido un grado importante de longevidad pero esto de ninguna manera indica que haya encontrado, experimentado, vivenciado estados de conciencia, descubrimientos o visiones y develaciones sobre la unidad de la vida, su destino y menos aún vivencias espirituales. Es decir, que haya desarrollado todas sus facultades físicas, mentales y espirituales inherentes.
Por eso, cuando se habla de “los juicios en Macrobiótica” - este ejemplo del juicio emocional o de cualquiera de los otros -éstos no son por definición “buenos o malos”, “mucho o poco”.
A los juicios hay que ir consumándolos, trascendiéndolos. Para esto es necesario conocerlos, vivenciarlos, realizarlos, comprobarlos.
Por lo tanto las dificultades, conflictos, problemas, dolores, enfermedades en general son otras tantas maneras y ocasiones para, precisamente, el autoconocimiento sobre los juicios en los cuales vive cada persona. La oportunidad de los cambios y la transformación.
Cómo trata estas cuestiones, qué dice sobre ellas y cómo las vive constituyen los indicadores necesarios para saber dónde andamos, en qué estamos en este inmenso mar que es el mundo tumultuoso, tempestuoso y atormentado, es decir, este mundo que no es la vida sino aquello que la civilización y la cultura han constituido, producido, transmitido y establecido ..-a todo lo cual definimos .como “la corriente del mundo” que viene del tiempo limitado por el pasado (ver “Vida Grande I” y“Síntesis Social”-. Y en muchas de las cuestiones fundamentales nos imponen límites: dentro de una cultura se determina lo aceptado, lo rechazado, lo oficial y todo aquello que no lo es. Por ejemplo, la palabra justicia colectivamente está asimilada a tribunal, juzgados, ciencia jurídica, etc. Como el término medicina con salud, medicamentos, profesiones, especialidades, sanatorios, hospitales, etc. O guerra a militares, fuerzas de seguridad, etc.
Desde la Macrobiótica partimos desde un punto como definición muy claro y simple: No proponemos hablar del incendio ni de cómo proceder para apagarlo. Lo que hacemos es asegurarnos y prevenir el incendio.
Cuando decimos “justicia, salud o paz” no nos referimos a quienes oficialmente representan los términos antes dicho.
Hoy la seguridad pública es uno de los reclamos más importantes en nuestro país. Entonces los reclamos son a la justicia, a las fuerzas de seguridad, a los representantes políticos, gobiernos y, en el caso de las enfermedades es a la salud pública.
No habiendo evidencias concretas de que estos sectores, organismos y representantes sean las causas generadoras de la inseguridad, del dolor, de los incendios, de las enfermedades... queda en claro para nosotros que entonces existe una responsabilidad social cuyos componentes directos somos tanto los individuos como las familias.
Consultados los especialistas sobre estas cuestiones, por lo general se refieren a las interpretaciones sociológicas, estadísticas, a la disponibilidad de vacunas y medicamentos, a la falta de presupuesto para el buen funcionamiento de los juzgados, la falta de equipamiento y personal de seguridad y predominantemente todo siempre recae sobre los presupuestos y recursos económicos disponibles.
Esto cada día se va pareciendo más a una especie de pantano en el que todo queda inmovilizado y sigue como viene ocurriendo: sin resoluciones y mucho menos aún soluciones, tan justamente reclamadas.
Esta crisis argentina tiene otros componentes, algunos otros y la combinación de éstos ha creado una especie de inoperante impotencia para encontrar la salida y las soluciones todo lo cual viene exacerbando, multiplicando la disconformidad, las protestas, los debates, los enfrentamientos y al sector político caracterizado por un aumento de la oposición en su frente. Y en su contrafrente, la crisis sin solución. Este es un principio: Todo frente tiene su contrafrente. Esta es una de las Siete Leyes del Orden del Universo.
Razonando sobre esta grave cuestión de actualidad, que es la crisis entre nosotros, para evitar el incendio no es necesario ser bombero de la misma manera que a un médico no se le pide que sea sano para ejercer su profesión. Ni es una exigencia que para ser abogado o juez la persona debe mostrar una vida individual justa. Sólo le exigen una moral aceptable. Los exámenes de aprobación son de otro orden, no personal. Lo mismo podemos generalizar con los políticos, las fuerzas de seguridad, etc.
En la cultura occidental, el primero que habló y realizó durante su vida la paz -que trajo y nos dejó la paz- es Jesucristo.
Para entender y vivir esto, no es necesario ser ni teólogo y mucho menos pacifista ni ostentar investidura y autoridad religiosa alguna. Cualquier lectura del Evangelio lo muestra.
Es precisamente el cristianismo el que debería demostrar la dinámica de la paz. Y su manifestación implica evidentemente evangelizar. Sin embargo, el mundo y su conflictividad inherente se multiplica y diferencia por el acrecentamiento de la crisis, mientras parece que el cristianismo crece en suma de personas que adhieren...,pero no se nota la misma proporción en las posibilidades de transmitir, testimoniar y evidenciar la paz fundamental que es, a la vez, luz y amor.
Tenemos muy en claro que la justicia social no es la culminación ni el techo o el centro del mandato evangélico. Largamente hemos experimentado estas cuestiones. Todo esto quedó demostrado recientemente con la promulgación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Seguramente no existe una doctrina, filosofía, teoría o enunciados desde los cuales se haya debatido esta cuestión -antes de promulgar esta ley- que tenga tanto que decir como lo implícito en la enseñanza, en la práctica macrobiótica.
Como dijimos, no hay ni bien ni mal, ni mucho ni poco, ni alto ni bajo, ni feo y bello. Ni injusto y justo. Porque está el Principio del Orden del Universo que hemos ya citado.
Creemos que el Orden de la creación de Dios -en la naturaleza de la tierra y del universo- se implica en lo que en Macrobiótica se denomina Principio Único y del cual se deduce la existencia de dos tipos de energías que dan lugar a la Dialéctica definida como Monismo Polarizable.
En cada fenómeno, cada ente o cosa -desde el mundo pre atómico, pasando por moléculas, el nivel bioquímico, las raíces y semillas vegetales, los minerales hasta las posibilidades de las facultades mentales y físicas del hombre y de la mujer para recibir y aceptar la gracia y la Voluntad de Dios- existe un movimiento unificante ininterrumpido -Holokinesis Universal- cuya trama está en el interior del hombre y de la mujer. Y los caracteriza como masculino y femenino.
Desde el principio de los tiempos nos viene incluyendo a toda civilización y cultura conocidas
–oriental, medio oriental y occidental-. Y uno de sus principios universales -de más fácil constatación - confirmativo es que más allá del tiempo, la distancia, razas, idiomas, color de piel, géneros, etc. esta universalidad se refleja físicamente -o biofísicamente- desde su fisiología, determinada por la calidad de la sangre que, a su vez, se produce a través de los alimentos los que, a su vez, están determinados por la geografía y el clima. (Ver “Síntesis Social”)
Así como la geografía es la madre de la historia, el cuerpo humano como campo unificado es donde se genera la psicología, las emociones, el mundo sensorial, los gustos, disgustos, las tendencias, lo que se llama bueno y malo, etc, etc-.
El origen y causa de todo conflicto y confusión, violencia y guerra es lo que llamamos enfermedad. Y su reversión es la salud.
Dijimos en otros escritos de este sitio web que una persona puede vivir unos pocos minutos sin respirar, pocos días sin beber, muchos más sin comer, muchos años sin sexo y toda una vida sin la verdad. Sobrevive.
Y, como decía Georges Ohsawa, Jesucristo es el más grande estratega de la paz. Él nos enseñó y nos mostró la paz. Y nos dejó la paz. Para que vivamos en la paz.
El mundo desconoce la paz. Balbucea, como en la justicia. Tartamudea. Quiere pero no puede porque la paz es también un estado de transformación. Y todos quieren cambiar el mundo, las estructuras, al sistema pero muy pocos se atreven a ver que ese mundo (sistema, estructuras, etc) está originado en todos quienes lo componen.
A grado y escala somos el mundo en el que vivimos.
Si uno solo cambia, todo puede cambiar porque tenemos un ejemplo, una referencia concreta. Uno cambió, se transformó. Todos podemos cambiar y transformarnos. –Principio de Empatía y Cohesión Social-:
Un médico puede tener dos o tres o más especialidades con lo cual no quiere decir que esto le cambie sus enfermedades, los estados anímicos o psicológicos, la relación con los padres o con su familia...que tenía antes y después de empezar a estudiar y practicar medicina.
La convivencia, la seguridad, la felicidad, la paz, la justicia, la salud no son objetos
–OBJETOS-, cosas que tengan precio de venta o de compra. No dependen de la economía ni de la política, ni del conocimiento ni de las religiones. Son los valores inherentes a la condición humana de ser - todos: hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y niños-.
El parámetro de la vida no es la cantidad de años que se pueda llegar a vivir sino la calidad. Y calidad no es un “buen pasar”, un estándar económico o cultural. Es mucho más. Pero no en el sentido de que se suman más cosas sino que es distinto –increíblemente distinto- para el que nunca experimentó algún grado en el ser de la vida y su plenitud.
Decía el Señor Jesucristo:” Yo no soy de este mundo” (Juan 8: 21-30) . Precisamente vino a salvarnos del mundo -de este mismo mundo, hoy-.
Los escritos griegos de los Evangelios -tres de los cuales están traducidos desde este idioma y más allá del viejo dicho “traductor-traidor”- coinciden en señalar que el Señor Jesucristo llegaba dando la paz y se despedía dando la paz. De la misma manera que cuando se dirigía a Dios lo llamó “Padre”y empezaba dándole las gracias.
Todo parece indicar que también se cumple la Ley del Orden del Universo, donde se corresponde aquello de que “todo frente tiene su reverso” con “cuanto más ricos hay, más pobres quedan”.
Entonces recordamos a Georges Ohsawa y la frase que permanentemente utilizaba: “VIVERO PARVO” -vivir pobre- . La hemos hecha nuestra y la vivimos todos los días y seguimos experimentando y comprobando -dentro de la lógica biológica- el Orden del Universo en la cocina de lo justo y de la paz que sintetiza en la Última Cena del Señor Jesucristo.
Porque el fuego de esta cocina se enciende y se preserva de los vientos del ocaso dentro de una casa.
En nuestra concepción, el hogar es el ámbito que se define por la habitabilidad -desde el individuo a la familia- del lugar/residencia propio -principio de soberanía- y expresa el inicio y la plenitud de lo universal.
De la casa como solución habitacional hacia la casa como hogar y ámbito de la unidad familiar y dignificación humana que instituye la mesa como centro de reunión donde se nutre la continuidad de la vida humana.
Esta es la celebración del amor como fruto del Árbol de la Vida.
El fuego que se encendió -aquella vez inmemorial en el tiempo de la tormenta del Cielo- encendió el fuego en la Tierra y el principio de comunión entre el Cielo y la Tierra -que se consagra en la comunidad de vida que constituye lo social -la comunidad social-.
VIVIR POBRE.
Como dice la bienaventuranza: de los pobres es el Reino de los Cielos.
POBRE no es sólo quien carece de bienes económicos. Ni tampoco vivir pobre quiere decir sólo vivir pobremente, sin bienes económicos o con limitados bienes económicos.
“Pobre en el mundo” significa quien vive libre de dependencias y desapegado. No son “pobres de espíritu” los que viven en el mundo exiliados del ser.
VIVERO PARVO –esta pobreza- se refiere al descubrimiento, la develación y la visión del mundo espiritual -que no es metafísico, no está más allá de aquí ni en otro tiempo ni en otro lugar pasado o futuro-.
VIVIR POBRE tiene una primera consecuencia que es vivir libre de las demandas y de la fuerza invasora y destructiva del poder de los deseos, de los sabores y de los miedos.
Esto es trascender los primeros juicios –los más bajos: el físico-mecánico, sensorial y sentimental, intelectual e ideológico-.
Por eso se equivocan gravemente los que asocian Macrobiótica limitándola a la comida, a una dieta y cura de síntomas o enfermedades. Hay una vana repetición –por desconocimiento e inexperiencia-.
Los que siguen viviendo en el alma antigua, los que todavía no se han abierto al Espíritu de Vida –al que por primera vez nos unió el Señor Jesucristo en Pentecostés- seguirán siendo víctimas de sus propias limitaciones y negaciones.
Desde el siglo XIX en adelante hasta hoy, existen los llamados aditivos neurotóxicos. Se utilizan en todos los alimentos comestibles. Por ejemplo, son los edulcorantes para potenciar los sabores -azúcar química- como aspartame, acelsufamo, monoglutamato de sodio. Estos son algunos de los nombres complicados entre más de 2.500 aditivos neurotóxicos que utiliza la industria de la alimentación.
Estos neurotóxicos tienen un efecto denominado “excitotoxina”. Tiene una forma de aminoácido que, primero excita y después destruye las neuronas cerebrales. La más trivial, inocente, común de las comidas, de los alimentos -desde un galletita, una sopa, un chicle, “un caramelito”...-contiene algunos de estos miles de venenos químicos que, a su vez, reproducen las viejas enfermedades y todas las que conocemos en la actualidad: las neurodegenerativas, cardiovasculares, alergias, artritis reumatoide, obesidad hasta el cáncer. Y potencia la arrogancia, la neurosis, fobias, obsesiones, delirios, fantasías, superstición, etc., etc., que son otras tantas de las manifestaciones de la fragmentación del mundo mental.
Dejamos aparte una entre tantas más de estas enfermedades: la “fatiga crónica social”. Este síndrome es inherente a la sociedad de consumo y es la incapacidad colectiva de dignificar, de establecer la justicia, de revertir la injusticia y de vivir creando un medio de creciente calidad humana y convivencia social.
Este mercado es el que provee – por imposición mediante la oferta y la masiva difusión persuasiva- los alimentos y bebidas para jóvenes, mujeres, hombres, ancianos y niños, que los comen y beben en la mesa de la gula del rey. La vieja mesa y vieja gula del rey Nabucodonosor.
Se agrega la imposición química en las semillas y cultivos agrícolas y ganaderos -que son las fuentes de nutrición- contaminados intensamente con distintas sustancias químicas.
Las citadas excitotoxinas determinan e impulsan la necesidad de alcohol...hasta el alcoholismo. Por ejemplo, diríamos ahora que, entre los jóvenes, el inicio de consumo de alcohol en nuestro país bajó de los 18 años a los 13 años. Y el consumo de droga ya empieza a los 8 años...
Este mes de fines del año 2010, en nuestro país, el vino fue declarado “bebida nacional”.
Tengamos presente que el uso de bebidas alcohólicas está en la secuencia de la saturación de azúcar –dulces, gaseosas, etc- que incita y pide más excitantes, lo cual responde en un todo el ingerir bebidas alcohólicas. Y, en la misma secuencia, se llega al alcoholismo.
Este es el primer paso, un nivel de excitación y su consecuencia es un segundo paso: el de la droga...hasta la drogadicción.
El sistema trata de despenalizar el consumo de marihuana.
En diario “Perfil” del 15 agosto 2010 se publicó: “Argentina alcanzó a Estados Unidos en el consumo de cocaína”.
“El reporte anual de Drogas 2010 realizado por las Naciones Unidas coloca a la Argentina como el primer país en consumo de cocaína en Latinoamérica, con una tasa que sólo es compartida con Estados Unidos. El informe señala que la Argentina alcanzó un consumo de cocaína del 2,6 % de la población comprendida entre los 15 y 64 años...”
Aquí deberíamos hacer un paréntesis de reflexión.