El antropocentrismo sustituyó en la historia de occidente al teocentrismo. Y el humanismo consecuente se convirtió en una parte de “la corriente del mundo”. Allí zozobra.
El humanismo tiene un fuerte componente emocional-sentimental que se explica y justifica intelectualmente. Pero el juicio sentimental-emocional es inherente al “alma” –quedando en claro que de acuerdo a los conocimientos psicosomáticos, muchos síntomas (dolores, afecciones, etc) son causados por la emocionalidad ....
La superstición, el desconocimiento y la ignorancia -que son parte de la “fatiga crónica social”- tratan de acomodar, de re explicar y confunden permanentemente la fe con las creencias, con la credulidad y el milagrerismo. Estos también son subproductos de la mesa que ofrece el mercado de consumo -que desgasta y destruye la vida humana- e impide la vivencia de la vida verdadera, que se define por el Espíritu de Vida.
El alma no es el espíritu y, a la vez, es al espíritu lo que el mundo sensorial es al mundo mental.
El alma se alimenta del Árbol del bien y del mal, que es el Árbol de la muerte.
El Espíritu representa el Árbol de la Vida y deviene en el Orden Infinito y Universal, en el que también existe aquella –el alma- en la finitud de la transitoriedad del mundo visible donde se instituye la concepción materialista de la vida – fragmentando el movimiento posible y negando la trascendencia de la vida, el movimiento implicado en la holokinesis o totalidad.
. Es una visión cosmológica de la divina creación de nuestro Dios Altísimo, Todopoderoso, Bendito y Glorioso.
Hace pocos días el pastor haitiano Joseph Clement -presidente de la federación de iglesias protestantes de Haití- decía en Buenos Aires que no compartía las conclusiones y sentencias que interpretaban que el terremoto de Haití -que mató más de 200.000 personas- fuera un castigo de Dios. Porque tampoco fue castigo de Dios la muerte de Isidro, de John Kennedy, de los bebés que mueren intoxicados contaminados por la leche de sus madres. Porque tampoco es la culpa de Dios ni es a quien tenemos que preguntarle por qué ocurre...
La función intelectual de la mente humana es, por definición, exclusivista. Su mayor fuerza es discriminatoria y siempre dualista.
Sobre esta facultad se ha pretendido establecer una moral del bien y del mal. Así, la preeminente importancia de lo conceptual es la causa de la permisividad, por ejemplo, en la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Es evidente que la crisis del mundo es ausencia de fe, por lo tanto se resiste y rechaza a la fe como tal y a sus diversas manifestaciones en el hombre y en la mujer.
El Señor Jesucristo dijo. “No temáis. Yo vencí al mundo”. Sin embargo, en esta cuestión hubo temor, mucho temor, demasiado temor entre los cristianos . Al punto que la reacción del espectro religioso fue francamente tardía y se fue demorando tanto que un importante dirigente del movimiento protestante reconoció explícita y públicamente que estas iglesias “...venían reaccionando siempre detrás de los hechos” y que “quizás esta experiencia negativa para la fe podía hacer aparecer las acciones coherentes y correspondientes con los mandatos evangélicos”.
De todas maneras toda esta cuestión de la confrontación jurídica, que culminó en la promulgación de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, se parece mucho a la continuidad de ciertas historias del antiguo testamento.
Para nosotros, la cruz de Cristo simboliza el mundo.
El cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo crucificado es la alegoría más conmovedora y genial con que el lenguaje espiritual sigue transmitiendo a nuestro Señor Jesucristo - dos mil años después- donde está el camino del futuro para entrar en la vida espiritual y al Reino de los Cielos.
Aquí murieron los juicios más bajos que anidan en el cuerpo –el juicio mecánico-ciego, sensorial y sentimental, el intelectual (hasta aquí la influencia del miedo es limitativa), el social e ideológico-. .
Hemos dicho aquí que para nosotros no existe el bien y el mal como fuerzas determinantes. Esto no es un relativismo filosófico ni mucho menos permisividad.
Creemos, por nuestra fe, en un Dios único –por lo tanto en el Monismo Absoluto del Principio Único-. No hay dualidad. Hay trinidad. Está la Santísima Trinidad.
La fe es la expresión más poderosa y gloriosa de la Unidad.
Según el génesis bíblico, en el jardín del edén había dos árboles. Por lo general se menciona mucho más al Árbol del bien y del mal -y se le da mucho más al César-. Este es el Árbol de la muerte
-origen de la dualidad-, por lo tanto causa de la fragmentación- Principio que define al pensamiento y a la idea en “la corriente del mundo” que se reproduce y recicla en la memoria condicionada por el tiempo. El fin del tiempo físico es la muerte y a su fuerza retenedora se refirió el Señor Jesucristo en el diálogo más importante del Evangelio, con el rabino Nicodemo.
El Árbol del bien y del mal es división, exclusivismo tanto como corrupción. La gran arrogancia.
Decía sobre ésta Georges Ohsawa, que era mucho más fácil curar el cáncer - y fueron muy frecuentes sus curaciones- . Pero no sucede así con la peor de las enfermedades que es, precisamente, la arrogancia.
El sentido profundo del VIVERO PARVO –del vivir pobre- es saber vivencialmente que aún teniendo la mente de Einstein o la riqueza de miles de millones aquí, todos los que caminamos sobre esta tierra, ...somos pobres.
“Rico” es la arrogancia del espíritu de poder.
Nuestro Señor Jesucristo nace en la tierra como Verbo Encarnado. Trae el Espíritu de Vida, la luz, el amor, la verdad, la paz. Es nuestro Redentor y Salvador. De hecho, ya los cristianos hijos de Dios somos salvos. No tenemos nada que hacer. Ningún mérito ni sacrificio. Ya somos salvos. Pero debemos vivir en el mundo como tales. Nuestras acciones, decisiones, nuestro obrar pondrá siempre en relieve que el Señor Jesucristo es nuestro Salvador y resucitó de la muerte porque venció al mundo. Él mismo es el camino que, si no pasa por la cruz, no llega a ninguna parte, se queda en el mundo.
Y el amor no es del mundo. En el amor está la manifestación del Espíritu de Vida y la unidad de su Principio.
Sólo para el mundo el amor es ciego.
En el Principio de la Unidad del Orden Universal, el amor es la visión de la revelación. Y su energía vital es la Voluntad por lo cual Dios es Amor.
Cristianos son los hijos de Dios que hacen la Voluntad de Dios.
Es la fuerza del cielo que se concreta en la tierra. La fuerza del cielo que es irresistible aún para los poderes llamados satánicos y para cualquier otra forma de poder y tentaciones, lo cual queda suficientemente claro después de los 40 días de ayuno del Señor Jesucristo en el desierto.
En el lenguaje evangélico es deducible que toda enfermedad es de origen satánico. De hecho y de suyo es el mal -es lo malo- que, tanto como lo bueno, distorsiona y destruye la vida. Porque son dualidades del mismo Árbol. Tienen el mismo origen: son del Árbol de la Muerte.
El otro Árbol, al que se lo menciona muy poco y se lo omite permanentemente, es el ARBOL DE LA VIDA, cuyos frutos son los alimentos que sostienen la vida humana y la abren a la trascendencia-..