Hace ya más de 2000 años el Señor Jesucristo dijo: “El que está libre de errores que tire la primera piedra” y a la vez nos recomendó que no juzguemos. Y mucho menos condenemos porque hoy por hoy, lo más simple, fácil –al alcance de cualquier lengua- es la crítica, la descalificación y la consigna ideológica de ser “anti”.
Como hemos dicho en “La Vida Grande II” , prevalece la antítesis y es más fácil –y hasta cómodo- simplificar y evitar el esfuerzo de comprender. Esgrimir permanentemente lo opuesto, ser oposición. Esta especie de autocondena tan hábilmente difundida, insensatamente repetida es una forma de paralizar la capacidad de conocer y comprender –y así invalidar- las decisiones necesarias. Y frustrar, impedir las acciones que corresponden.
A esto también lo hemos denominado “fatiga social crónica”
En resumen:
La Síntesis Social se fundamenta en:
1- La Epigénesis Embriológica / Auto-gestación
2- La Alimentación Social Personalizada
3- La Economía de las Energías Humanas / Autogestión para la existencia de la comunidad social en la integración con el Estado, sobre la base de las auténticas organizaciones libres del pueblo.
Fue Fukuyama quien desde la universidad de Chicago aseguró en su libro “El fin de la historia”. Que esto se produciría con la desaparición del Estado, el dominio de mercado de consumo en todo el mundo –aún cuando reconoció que “en algunos países del tercer mundo” la historia aún continúa.
Así como en la Epigénesis Embriológica se unen dos células que venían siendo nutridas por los alimentos contenidos en el inmenso mar amniótico del útero- matriz materna, de la misma manera lo social se compone de un hombre y una mujer en la perspectiva generacional y en el porcentaje equivalente a los respectivos géneros.
Tal como hace dos mil años dijo en Señor Jesucristo: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, Yo estaré en medio de ellos” (Mt 18, 15-20)
El mismo equilibrio bioquímico para la aparición de la lógica biológica y las generaciones humanas, existe entre el líquido amniótico, el ph o componente de sal, con el agua de mar.
En la continuidad del movimiento universal unificante –más allá del tiempo y del devenir de la historia- en el orden existencial implicado, la misma correlación entre lo dicho por el Señor Jesucristo y la inobjetable similitud de su palabra con lo que aquí definimos como Epigénesis Social.
Este movimiento unificante es la auto-gestación de la regeneración de la economía de las energías humanas.
No sólo, evidentemente, de pan vive el hombre sino también de la Palabra de Dios.
Hemos definido en reiterados lugares de estos escritos aquello del génesis bíblico de que al principio de la creación en aquel Edén había dos árboles: uno el de la Vida –que venimos reproduciendo como Movimiento universal- y el otro –el Árbol del bien y el mal- que se viene haciendo historia y “corriente del mundo”, sostenida por la facultad de pensar y con el poder de la idea de representar a partir de las interpretaciones, explicaciones y exposiciones racionalizantes que atraviesan la historia de la filosofía y coinciden, se reproducen y multiplican ideológicamente a partir de la Revolución Liberal de 1789 y el posterior cientifismo y economicismo.
El mal, para Hobbes o Hume por ejemplo, era “la lucha de todos contra todos “ y el temor , la ignorancia, el miedo que alimenta las creencias” y “los principios religiosos como nada más sueños de hombres enfermos..”
Luego Malthus advertirá sobre la escasez de alimentos.
El bien, por el contrario, para ellos era apropiarse de los recursos, de los alimentos y establecer que la realidad se aprende y se vive y proyecta desde los pensamientos y las ideas y que el mundo -así limitado por esta realidad definida- se impone con el poder de la fuerza y la fuerza del poder para lo cual se instrumentó y fundamentó la ley, la democracia como alternancia de distintas formas de gobierno del poder, los sistemas institucionales, etc.
Entonces el pensamiento libre y el libre comercio –antropología individualista- se constituyen en las armas determinantes para el predominio del poder.
En este sistema de poder mundial, la Argentina no tiene gravitación alguna –por ahora y hasta hoy- más allá de las adhesiones y simpatías partidarias de los votantes a determinados gobiernos –a favor o en contra-.
En realidad es que ningún gobierno desde 1983 ha podido sustraerse o disminuir la presencia, las presiones y los dictados del poder central. Nos guste o no, poco o mucho, de todas maneras -junto con el vaciamiento progresivo del patrimonio nacional y de la economía- se fue haciendo lo posible para degradar y restarle importancia a la política descalificando cualquier otra forma de organización con posibilidades de acrecentamiento de su propia fuerza.
En las próximas elecciones del 2011 los representantes que ganen y el gobierno que se constituya seguirán limitados y expuestos y dependientes de las variables que impongan los intereses internacionales predominantes –muchos de los cuales son multinacionales, no sólo radicadas ya en nuestro territorio sino que además cuentan con varios puertos propios sobre el margen del río Paraná-.
En el juego de la descalificación, de la crítica, del rechazo y la oposición, del “anti” que supieron exacerbar entre nosotros los argentinos –y continúan estimulándolo-, los gobiernos viven haciendo lo que pueden- Lo que pueden. Por un lado, controlados, supervisados por los vínculos de los intereses internacionales. Por el lado del pueblo y la sociedad, con un apoyo activo real que no alcanza el 10% y que a su vez no incide, no determina ni cambia lo suficiente para la transformación que necesitamos para salir de la crisis –no sólo de algunos picos de la emergencia sino superar la emergencia y reconstruir nuestra Argentina sobre la base de decisiones políticas definitivamente apoyadas en la voluntad del pueblo argentino –Democracia Real-.
La “fatiga social crónica” producida por la economía política es irreversible. Seguirá subsistiendo en los límites del sistema, determinados por éste.
Esta fatiga está representada por los alimentos y bebidas y medicamentos –que componen los desequilibrios psicofísicos- que se comen, se beben y se toman en la mesa de cada familia argentina que compra según la oferta del mercado de consumo.
No creemos en la revolución mucho menos aún en las trasformaciones dentro del sistema –políticos o económicos-. Ni en las ideologías de izquierda y de derecha que llegaron hasta aquí y son funcionales al sistema. Por supuesto, comen todos de la misma mesa los mismos alimentos y las mismas bebidas. Se enferman y sufren y reproducen las mismas crisis y emergencias físicas y, muy especialmente, psicológicas entremezcladas en las diferentes expresiones de la conflictividad.